
Y por esto Ana lo tiene bien guardadito en su habitación, mimándole en las primeras horas de luz, acurrucándole en los sueños que la fábrica quiere poner a sus pies desnudos esta noche. Porque le hemos hecho cuna a nuestra manera, como Dios nos da a entender. Al final de un sendero de adoquines de colores, más allá de un río donde se dibujan catedrales buscadas y encontradas, allí donde el Amor (simplemente, como sea) no da lugar a la duda. Allí. Sólo Amor, caminante. Allí es. Anótalo en tu cuaderno de bitácora. En el portal, en la palma de la mano de Ana, donde duerme, donde nos anuda con palabras que aún no pronuncia, donde nos mira con ojos cerrados en su primera madrugada (cada madrugada, una oración), donde se aferra al pecho de María como el reflexivo papón a su banzo y su gente.
Allí, esta noche. Cuando hay más respuestas a las preguntas y más belleza en las flores, cuando se mecen las brisas por los caminos, cuando "el cielo y la tierra se han unido en Dios que ha nacido en un portal" y ya somos un todo Salamora, Cái y Belén de Judá, cuando el que nos falta de los tres ya siento que nos renace para el "Todos por igual", o eso por lo menos le acabo de pedir al Niño Jesús, que sueña para que sigamos soñándole y haciendo de cada noche una Nochebuena en la que poder nacer y soñar a gusto.
Tomás