Hoy me he puesto por primera vez el hábito azul. Ni siquiera es el mío propio, sino la túnica con la que Alvaro ha ido sumando procesiones. De ella saldrá el patrón para mi propia túnica de lanilla blanca. La de la botonadura azul. La de la capa azul en recuerdo de la Inmaculada que sonríe desde lo alto de la capilla dorada. La del caperuz de raso claro con la cruz bordada en la pechera. La del cínculo azul cosiendo plegarias en la cintura.
Hoy me he probado la túnica de los azules y se me ha iluminado la cara con una sonrisa, quizá porque me he visto apostada en el campo de San Francisco esperando a que asome el Cristo de los Doctrinos por la puerta. En plano inclinado para sortear el arco de medio punto. Con el manojo de cardos y la calavera a sus pies. Con la luna en lo alto pintando de noche el torreón de Monterrey.
Hoy me he probado la túnica de la Vera Cruz y he sentido la caricia de los siglos, el abrazo del Cristo Dormido, la certeza de que siempre existe un lugar al que pertenecemos aunque no lo sepamos. Y he visto en el azul de su paño el azul de los dos ríos. Y aunque sea poca cosa, una probatura apenas cuando faltan horas para que empiece la Cuaresma, quería contarlo en este blog de sentimientos. Como si esa túnica azul nos abrigase a todos.
Ana.