lunes, 2 de julio de 2007

De pequeños

Escribo esta carta sabiendo que no se si voy a mandarla. o no nací cofrade, es mas creo que nunca he vivido la Semana santa como lo vengo haciendo estos últimos años.
Cada año, cada nuevo curso, todas la vacaciones de Semana Santa me marchaba al pueblo, allí asistía a los oficios y al resto de los poquitos actos que había y hay, de la mano de abuela, que fue quien me enseño mi primera oración. Cada domingo de Ramos veníamos a ver a “la Borriquita”, nos encantaba verla desfilar por la Rua, para mis primas y para mi era un domingo especial.

Pasaron los años, y cada Madrugada del Jueves Santo veníamos para ver a la “Virgen” como decía la niña, nuestra niña, que con nueve añitos nos dejo una mañana de noviembre. Ese mismo año, cuando llegue a casa, tenia una nota pegada en el teléfono, una nota de papel cuadriculado, escrita a bolígrafo con caligrafía de niña llena de tachones y flores volando pintadas de color rojo, (la tengo guardada como en gran tesoro) y decía tal cual os la escribo:
“Marías, no se te olvide que hoy tenemos que ir a ver a la virgen “

Fue la ultima vez que la vio. Después la vida me jugo otras malas pasadas, deje todo esto de un lado. Tuve unos años de flaqueza, pero ya ven, siempre hay tiempo para rectificar. Y cosas de la vida. ¿Quien me diría que sería cofrade? Cofrade de los azules, los que nunca había visto, los que no sabia que existían, procesión que nunca vi ni un Lunes Santo, ni el Viernes………Nunca había entrado en la capilla, pero siempre escuche decir a mi padre que cada vez que pasaba por allí entraba a rezar un padrenuestro. Mi padre no era de iglesias pero ya ven cosas del destino, sus dos hijos, forman parte de esta GRAN FAMILIA DE AZULES, y cada tarde de Lunes Santo, Viernes y Domingo de Resurrección sabemos que desde alguna parte esta echándonos una mano.

No les puedo contar mucho más, espero que mis descendientes puedan algún día escribir y contar más anécdotas que yo. Un beso a todos y gracias por estar ahí.

Estela



Todo comenzaba 40 días antes con el manchurrón de ceniza en la capilla del colegio tras las “mini vacaciones” de carnaval. La cuenta atrás se ponía en marcha pero 40 días eran muchos, eran muy largos…
Durante 40 días los caminos matinales al colegio eran monotemáticos y semanasanteros con Álvaro, un chico de mi clase. Era en esos 15 minutos cuando soñábamos y hacíamos cuentas de los años que nos quedaban para abrazar los banzos, las procesiones que íbamos a ver, lo que descubríamos, lo que nos quedaba por aprender...
Era en cuaresma cuando Catalina, mi profesora, andaluza y monja, nos ponía en clase grabaciones de la radio de la salida de “su Virgen” que creo que era la Virgen de la Victoria, era entonces cuando la imaginación saltaba de nuevo y volvía a hacer de las suyas. Era también con ella con quien hacíamos pasos con cajas de zapatos y organizábamos una procesión por el pasillo del colegio, con cruz de guía y todo, eso sí, mi paso siempre a ruedas e incluso con el motor de una locomotora para que se moviera solo. ¡El mío sí que molaba!
¿Pero cuanto faltaba para que comenzase? Mejor no pensarlo…
El tiempo pasaba y cada vez quedaba menos, y ver a la Dolorosa en su paso para la novena significaba que quedaba muchísimo menos. La Semana Santa estaba allí, casi si podía tocar. Siempre me impactaron las espadas que la atravesaban pero subida al paso, desde el final de la capilla, a los pies del Padre y de la mano de papá lo hacía mucho más. Ella, elevando sus ojos hacia el cielo, que parecían evadir el dolor mirando por aquella ventana, rodeada por los faroles que sabe Dios si volverán y de fondo el canto fino de la monja al órgano que decía algo así: “Madre llena de aflicción, de Jesucristo, las llagas, grabad en mi corazón…”se grabaron en mí y llegaron a lo más profundo. Casi sin darme cuenta. Casi sin saberlo.
¿Papá has cogido el programa? ¿Papi a qué hora vamos a ir mañana a la procesión? ¿Papi y si no nos da tiempo? (¡Qué paciencia!)
A pesar de la larga espera el Domingo de Ramos llegó y después de la misa y coger el ramo íbamos a ver la procesión. Interminable, como siempre, pero era la nuestra, la de los niños, la de Jesús subido en un burro y ¡qué mas da que no sea de madera! Era y es mi borriquita, la de mi infancia y mis recuerdos, la del Cristo que siempre gustó a mi abuela. La mejor.
Y por la tarde a ver al Cristo del Perdón ¡en la que soltaban a un preso! ¿Quién sería de todos?
El lunes, martes y miércoles Santo, por las mañanas al colegio y por la noche a la calle. Esas procesiones eran intocables y mis preferidas. También lo son hoy. De la mano de mi padre y mi hermana, arropados por el frío de las noches que envuelven Castilla, lo más cerca de la puerta posible, la veíamos salir. Recuerdo que como cualquier niño, me impactaba ver como Jesús caminaba sobre la gente hacia nosotros, la Virgen llorando o la gente que iba descalza ¿no pasarán frío? Pensaba yo. El mecanismo para subir el Cristo de la Luz, la elegancia del Flagelado o la calavera al pie del Doctrinos eran los detalles que me gustaba seguir año tras año.
Después, ya en vacaciones, todas las mañanas daba paseos con mi abuelo por las distintas iglesias para ver los pasos. Fue en una de esas mañanas cuando comenzó mi vida de cofrade.
El jueves para mí era la Seráfica y sobre todo la Dolorosa. Enorme. También era la tarde para las estaciones, intentando ir siempre a iglesias con pasos y la Vera-Cruz tampoco podía faltar. El viernes hice madrugar a mi abuelo para que me llevara a ver la Dominicana. Un recuerdo que no se me olvidará fue ver a tres jóvenes con alguna que otra copa de más mirándome y frotándose los ojos, decían entre ellos ¡¿pero que hace un niño por aquí a estas horas?! ¡Pues que iba a hacer, iba a ver la procesión!
La de los 15 pasos si que era interminable y ¡qué frío! Los pasos a ruedas, el Rescatado, la melena de la Magdalena, los cortes en la procesión, los juegos con mi hermana a ver quién era el que tocaba la capa a más nazarenos…era lo de siempre y de nuevo Ella ¡y se le movían las espadas!
Salvo algún año que iba a ver la Soledad, mi Semana Santa se acababa aquí y pasaba hasta el año siguiente. Si no recuerdo mal, nunca vi la procesión de Pizarrales ni la del Resucitado. Durante el año solo quedaban los recortes de los periódicos para recordar esa semana, alguna que otra visita a la capilla de la Vera Cruz y los programas con los que me aprendía los recorridos de memoria. Era ahora el tiempo de pintar los pasos, de hacer recuento de las procesiones vistas, de tararear alguna marcha que me había gustado, de volver a soñar con la siguiente…
Con el tiempo la Semana Santa empezaba mucho antes de los 40 días, empezaba el domingo de Resurrección. Con el tiempo, las imágenes que veía de año en año, pasaron a formar parte de mi vida. Con el tiempo, aquellos desconocidos con los que cruzaba, si acaso, alguna mirada, fueron mis amigos y algo más, mi familia. Con el tiempo la cofradía fue mi casa.

Álvaro

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal cual lo recibo, lo cuelgo. Solamente dar las gracias a los que me habeis escrito vuestros "De pequeño..." en blogs o aqui mismo. Ahora nos queda pasar de las palabras a los hechos e inundar nuestras cofradías de guarderías. Al menos me sirve para confirmar que no estoy solo y no soy un bicho raro y que muchos vivis todo esto como yo. Ya sabeis: TODOS POR IGUAL.

Un saludo, Roberto.

Anónimo dijo...

Estela: lo mismo es que naciste azul y no lo sabías, pero en tu travesía por la vida lo has descubierto por tí misma. Y es precioso el legado que les dejas a los que vengan detrás.

Alvaro: tus hermanos son tu familia; la capilla y la cochera, tu casa. Y yo me siento superorgullosa de que lo que la sangre no ha unido, lo haga la voluntad y el corazón. Porque nos queremos, y con eso nos sobra.

Gracias a los dos por vuestras palabras; gracias por obedecer a Rober y haceros pequeños delante de todos.

Lucano dijo...

Pequeños, que seguís siéndolo, y yo con vosotros, gracias por todo.

Anónimo dijo...

Que maravilla. Leeros es conoceros un poco mas si cabe. Me encanta teneros como parte de mi familia azul. Un abrazo enorme, hermanos. Gracias por compartiros así con los demás.

Cvlocolorao

Alberto dijo...

¡Qué historias más bellas! Que bonito, de corazón. Me ha emocionado profundamente. Debajo de cada caperuz hay una historia que contar. ¡Muchas gracias!

Un abrazo.

Iacobus dijo...

¿Que tendra el Azul?¿Como ha logrado reunir en un mismo color tantos seres tan distintos y con un mismo fin, en una misma familia?
Gracias Rober por dejarme ver que somos muchos los "locos de la Semana Santa", los que vemos esta celebración como algo más que unas vacaciones a mitad de curso.
Saludos y un fuerte abrazo a todos.