viernes, 22 de febrero de 2008

La sombra del Nazareno

Para que no hubiera más cruces en el mundo, Cristo subió a la Cruz, Cristo sube a la Cruz. Esta tarde-noche la Vera Cruz celebra uno de sus actos cuaresmales, el Vía Crucis de su Nazareno, que no duerme pero también sonríe. Imagen añeja que se remonta al XVII, fermento de la congregación que luego surgiría y se encuentra hoy en San Julián. El de la Vera Cruz es el otro Nazareno, tan distinto y tan igual. El Nazareno chico que es el Nazareno padre. Para los papeles, Jesús con la Cruz a cuestas, como la Soledad de la Vera Cruz se llama de la Amargura. Este Nazareno tiene sombra que arropa y, siendo sombra, ilumina. Se proyecta allá donde puede, donde la dejamos: sea un monte de claveles rojos, sea una blanca pared de palacio episcopal convertido en sala de exposiciones. Pero la sombra prefiere cubrir con su aureola la ilusión de un Jueves Santo en la mañana soleada, o el llanto de un Viernes Santo en la tarde lluviosa. El Nazareno nunca sabe cuándo saldrá a la calle a extender amorosamente su sombra de paz, porque nunca se sabe a qué hora se entierra a Cristo en esta Salamanca. Por esto, no pierde la oportunidad de asombrarnos, de pintar la silueta de la calle de la amargura poniéndose a nuestra altura para ser reflejo de lo alto. Para que no hubiera más muertes inocentes, Cristo murió en la Cruz, Cristo muere en la Cruz.

Tomás, con dos que conmigo se ponen a la sombra del Nazareno

(Fotografía tomada por Jesús López en la exposición "Lignum Crucis", octubre 2006).

martes, 5 de febrero de 2008

La túnica azul

Hoy me he puesto por primera vez el hábito azul. Ni siquiera es el mío propio, sino la túnica con la que Alvaro ha ido sumando procesiones. De ella saldrá el patrón para mi propia túnica de lanilla blanca. La de la botonadura azul. La de la capa azul en recuerdo de la Inmaculada que sonríe desde lo alto de la capilla dorada. La del caperuz de raso claro con la cruz bordada en la pechera. La del cínculo azul cosiendo plegarias en la cintura.

Hoy me he probado la túnica de los azules y se me ha iluminado la cara con una sonrisa, quizá porque me he visto apostada en el campo de San Francisco esperando a que asome el Cristo de los Doctrinos por la puerta. En plano inclinado para sortear el arco de medio punto. Con el manojo de cardos y la calavera a sus pies. Con la luna en lo alto pintando de noche el torreón de Monterrey.

Hoy me he probado la túnica de la Vera Cruz y he sentido la caricia de los siglos, el abrazo del Cristo Dormido, la certeza de que siempre existe un lugar al que pertenecemos aunque no lo sepamos. Y he visto en el azul de su paño el azul de los dos ríos. Y aunque sea poca cosa, una probatura apenas cuando faltan horas para que empiece la Cuaresma, quería contarlo en este blog de sentimientos. Como si esa túnica azul nos abrigase a todos.

Ana.