Así, con un "abrid las puertas" comenzaba el pasado viernes la Pasión en Salamanca. Un día después de que Cristo tomase la Cruz en Zamora para atravesar el puente, que es la puerta natural que da acceso a la ciudad de las murallas. Ocurría, cómo no, en la capilla dorada, en el Campo de San Francisco. Ocurría a los pies del Doctrinos, que espera dormido en la Cruz la tarde del Lunes. Ocurría junto a la Lola, postrada al pie de la bendita madera, a hombros sobre un puñado de hombres que quiso acunarla por las calles para aliviarle el dolor de las siete espadas que abren sus carnes.
Abrid las puertas. Así sonaba la voz de Jesús en nuestra casa. Y las puertas se abrieron. Y sentimos la caricia de la primavera y del incienso. Y nos unimos en el rezo. Y acompañamos a la Madre por las rúas de fachadas también doradas en la dorada ciudad de las catedrales y los palacios. No os puedo contar la emoción que sentí al ver a la Lolita alzada sobre nuestras cabezas. La primera ví del dolor a su sombra. La lucha conmigo misma por las calles escuchando el pasito corto, el rezo, las campanadas para levantar, el silencio, la oscuridad de las callejuelas. La medalla azul acompasando los latidos al caminar lento por la Salamanca anochecida.
Juntos abrimos las puertas. Juntos las traspasamos. Juntos viviremos una nueva Pasión y juntos recordaremos que el epílogo de nuestros días santos será la Resurrección, la vida, la alegría y la esperanza.
Abrid las puertas, dejad que se inunde de amor esta casa. Abrid las puertas de la santa y eterna Salamanca. Y que sea el sueño del Doctrinos el guardián de todos nuestros sueños.
Tres que juntos abrieron las puertas