miércoles, 3 de octubre de 2007

Francisco

Siempre imaginé a Francisco paseando por su Campo y aprobando el barullo cofradiero, medio desnudo con su sayal pardo y su cuerda pobre, bebiendo la sabiduría en la fuente de la Cruz, más torrencial que cualquier otra. Lo imaginaré así, lo pienso de esta manera, porque tengo para mí que Francisco nos dio la clave y nos da la vez. Aparcó cruzadas de caballero andante y cristiandad para anunciar la Paz de Cristo a la humanidad toda. Eligió ser juglar divino por plazas y caminos antes que trovador de palacios y príncipes, y anunció en lengua romance y en horas de leprosería la Palabra de Dios hecha vida a los hombres y mujeres de su tiempo y de la Historia. Tomó la humildad por bandera porque supo ver a Jesús en el pobre, y se identificó con él, y ya no entendió otra forma de seguirle que imitarle. Descubrió que a Dios no se asciende, que se le distingue descendiendo y abajándose hasta el extremo de abrazar su humanidad crucificada.

Todo un reto el seguimiento de Jesús que escogió Francisco, el poverello de Asís, quien se sintió plenamente hijo del Padre y a todas sus criaturas amó como hermanas. En el ideal de fraternidad de Francisco se miran las cofradías, entre la utopía y la tarea, pues aunque sea imperfecta la fraternidad que construyamos los hombres, perfecto es asumir su construcción cada día. Con esto es suficiente. Lo demás lo pone la Providencia. Y para hacer hermandad, primero es necesario sabernos hermanos, uno con uno, uno con otro, en el ir de dos en dos, antes de que nos perdamos en el anonimato de las masas. No importa cuántos seamos. Importa que todos podamos ser, que nadie se sienta excluido. Es el todos por igual de los hermanos menores, que hermano mayor ya es el Señor y se hizo último y pequeño. Es prescindir de fama y presunción, ejercer la autoridad con sencillez, hacer apostolado con palabras y obras, que todos podemos... y obedecer, como diría Francisco: "Nunca contra la voluntad de los obispos, ni siquiera contra la de los oscuros párrocos de aldea, por ignorantes que fuesen". Porque en el gobierno de la Iglesia hace su voluntad el Espíritu Santo y en quién si no vamos a confiar...

Seguiré pensando que Francisco, cuando pasea por su Campo de verde y piedra, aguarda con alegría, siempre alegre, la llegada de los cofrades con sus Cristos pobres y ciertos sobre los hombros. Se asomará a la tapia de Berrueta para invitarnos a volver a los orígenes, a la hoja de ruta del Evangelio que a él le hizo feliz. Nos hablará del culto en espíritu y en verdad, de la caridad más allá de la retórica, de la esperanza en el hombre porque es criatura a imagen de Dios. Nos hablará, pero sobre todo nos escuchará, y se pondrá de nuestro lado, porque somos de la casa y siempre tuvimos inquietudes. Dirá que le vamos a dar muchas alegrías. Yo no lo dudo.

Feliz 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, decano de los hermanos cofrades, que tiene un Campo donde bajar a Cristo de la Cruz equivale a bajarnos todos hasta descubrirle, donde la belleza irrumpe con particular esplendor en los días de la Pascua. Paz y Bien.

Tomás

4 comentarios:

Lola dijo...

Me parece curioso en la hagiografía del Santo de Asís, la gran humildad y el silencio que Francisco hizo siempre con sencillez. En Arte, sobre todo si hablamos de la escultura del XVIII ,en concreto hay algunas de Pedro de Mena que simpre me han sobrecogido. En el parque, rodeado de vegetación y las risas infantilas nuestra ciudad recuerda al Francisco más humilde.
Honremos al santo de las"florecillas", que encierran tanta sencillez y virtud.

LUIS SANTOS DE DIOS dijo...

Creo que, aunque a él se deba la aparición de los "belenes" (nada más lejos de la Semana Santa ¿?), todos deberíamos copiar su comportamiento cofrade y su idea de fraternidad, que, a la postre, es lo que buscamos en las cofradías. Digo yo.
Un saludo y felicidad a los Pacos, que alguno hay por ahí que esto vea.
Luis Santos.

rober dijo...

Felicidades atrasadas a los Franciscos y Pacos.

Que bueno eres, "doctor".

Alberto dijo...

Paz y bien a todos, amigos. Que sigamo el ejemplo de San Francisco, y como ha dicho Tomás, hagamos de la fraternidad y de la sencillez, del "descender" al otro, sobre todo del que más nos necesita, nuestra razón de ser cristianos y cofrades, en definitiva, seguidores de Cristo.