sábado, 9 de junio de 2007

Hay un Corazón que late

Capilla de la Vera Cruz. Las nueve menos diez de la noche del Lunes Santo, tras una tarde de nubes amenazantes, de cardos por plantar a los pies del Cristo que duerme y sonríe, de plegarias a la Madre ensimismada en su Amargura... Se hace hueco en el bullicio de los capuchones a medio poner y los ciriales recién encendidos la voz de la madre Inés, que parece más dulce que otras veces. Se hace un hueco de silencio, de víspera y envío, de mirada a los adentros azules de cada corazón. Hay un Corazón que late, que palpita en el Sagrario, un Corazón solitario que se alimenta de amor. Es un Corazón paciente, es un Corazón amigo, el que habita en el olvido: el Corazón de tu Dios. Late vivo y fuerte y se hace pulso de vida nueva en corazones que se le ofrecen en alimento, que prometen nunca más olvidar su amistad y su paciencia de Dios latente y palpitante. Nos acabamos de anudar por siete veces el cíngulo mientras no deja de llamarnos el Corazón abierto que llama a todas las puertas, que en todos los rellanos aguarda respuesta y a todos vuelve aunque no hubiera sitio en la posada. Es un Corazón que espera, un Corazón que perdona, que te conoce y que toma de tu vida lo peor, que comenzó esta tarea una tarde en el Calvario y que ahora, desde el Sagrario, tan sólo te pide amor. Lo pide con la voz de quien se abandona en corazones débiles, y por eso es más hermoso su abandono. Con voz de cruces a cuestas elevadas hasta el cielo de una tarde como ésta, de cardos y plegarias, de nubes negras más que grises, de perdones sinceros porque no sabíamos lo que hacíamos, de amores inmensos hechos beso en cada latido. Decid a todos que vengan a la fuente de la vida, que hay una historia escondida dentro de este Corazón. Decidles que hay esperanza, que todo tiene sentido, que Jesucristo está vivo... ¡Decidles que existe Dios! Que vengan, que se unan a nosotros, que se vistan del blanco y del azul de la Madre para llevarle en nuestro corazón junto a la historia escondida de su Corazón vivo y sagrado. Que surquen con nosotros la Catedral entera en procesión de cruces, de espigas y racimos, como si esta noche fuera un Corpus Christi regalado, porque tres lunes hay en el año que refulgen más que el sol... Que vengan con alegría a beberle y a degustarle, a contemplarle de rodillas alabando su manantial de esperanza redonda y perfecta. Porque además de latir, vive y sonríe, nos sonríe, desde el principio de los tiempos. Existe, claro que existe. Existe y vive de amor. Y cada uno de nosotros es la corazonada de sus horas de espera en el Sagrario.

Tomás

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Existe, claro que existe. Duerme, sonríe, nos abraza. Desde la cuna hasta el sepulcro, desde la Cruz hasta el sagrario. Y espero estar muchos Lunes, con nubes o sin nubes, para besarlo con los ojos cuando lo vea erigirse sobre los hombros de nuestros hermanos.
Qué bonito, Tomás. Qué bonito...
Un abrazo.

Alberto dijo...

AMÉN.

Preciosas palabras. Impresionante.

Un abrazo.

El Turista dijo...

Yo ante estos textos nose que hacer me quedo sin palabras...
Como dice mi compañero conchero Amén.

Alfredo dijo...

¿ Que late ? porsupuesto que late, late como los corazones de unos pocos cientos de Hermanos que cada Lunes Santo se visten de azul y blanco para que sus corazones latan al unisono que el corazon de quien nos proteje con su mirada dormida

Un abrazo

Anónimo dijo...

has descrito maravillosamente el sabor de la Capilla en el Lunes Santo, uno de los momentos mas estremecedores del año. Gracias.