viernes, 15 de junio de 2007

Te he echado de menos

Hubo un año en que no crucé el Duero el Sábado de Dolores como solía, en que no cambié la Tierra de Campos palentina por mi Salamanca en vísperas de fiesta. Un año en que no me salté las clases del Lunes, del Martes y del Miércoles que yo santificaba aguardando procesiones de noche mientras recorría las iglesias por la tarde de la mano de abuela Carmen. Por eso aquel año la llamé por teléfono y no me resistí a decirle que no aguantaba más, que en Carrión había procesiones pero las señoras iban con abrigo de pieles y yo lo que quería era tirar de la capa a los capuchones, alargar mis manitas en busca de sus guantes blancos y a veces obtener el premio de un caramelo por mi osadía. Que no estaban mal aquellos caballeros ataviados con su capa de paño, castellanos recios y dolientes, ni esos bellos pasos con sabor a ermita, pero que al niño salmantino lo que de verdad le entusiasmaban eran los barquillos del Jueves Santo y los "catorce pasos" que él sabía perfectamente no eran tantos pese a las cuentas que echaban los otros niños en las aceras. A la abuela Carmen había que suplicarle por teléfono que fuera el último año de ausencia, que el nieto disfrutaba asomándose curioso al ventanal enrejado de la carrionesa capilla de la Vera Cruz, adivinando tras los cristales al Crucificado, al Sepulcro, al Huerto de los Olivos, al Atado a la Columna, a la Virgen... muchas tardes al año, cual museo de recuerdos a media luz, pero que si había que elegir verja a la que arrimarse se quedaba con la de la cárcel y si tenía que optar por una Vera Cruz apostaba por la del Campo de San Francisco de muchas meriendas de Lunes Santo. Que Carrión seguramente era y es maestra de procesiones y las vive como pocos lugares, desde el Corpus hasta el Carmen, de la Virgen de Belén a San Zoilo, pero que por mucha Piedad de Gregorio que saliera de las Claras, yo era y soy muy de pueblo para todo y muy de Salamanca para sacar los pasos a la calle y esperarlos en las aceras. Siempre en las mismas aceras. Casi en la misma baldosa. Arriba del todo del Camino de las Aguas, frente a la puerta de la Clerecía, mirando a Tentenecio, pegadito al arco de Paulino... El mismo rito, la misma vida. La repetición de la historia, que se rememora y se rehace, y se tranforma inmutable, y se cambia eterna. Y se enriquece con nuevas manos de las que ir tomado, porque abuela Carmen debe hacerlas llegar con el mismo amor con que me tapaba las orejitas al llegar los tambores, o con que remitía a un mocoso como yo cuando le preguntaban por el recorrido unos turistas y yo acababa diciéndoles hasta quién y cuándo hizo el Cristo de aquel desfile, o con que me compraba cuadernos de cuadrícula para mis "semanas santas" inventadas y mis versillos primeros, o con que me trajo aquella mañana de Lunes de Pascua el libro de Javier Blázquez para endulzar mis amargas vacaciones post-procesiones y no me separé de él hasta regresar a Carrión... Con el mismo amor con que fuimos una tarde de febrero a las Esclavas para vestirme de azul y blanco y ser yo el que alargase mi mano a los niños en la acera, y que fuera mi capa la tocada por ellos en la caricia de quien nunca quiere faltar a su cita de cada primavera. Confío en que siempre estaré contigo aunque no estés.

Tomás

5 comentarios:

Galongar dijo...

Y yo de mayor y casi de rebote conociendo ahora a tan buena gente. Podrian haberme puesto a estos "niñatos" antes en mi camino. ¡Qué lujo de hermanos!

Alberto dijo...

Ole, ole, y ole.

Preciosas palabras.

Un fuerte abrazo.

rober dijo...

Pues va a ser verdad que compartimos acera y báldosa... y lo bueno es que lo seguiremos haciendo.

Tu abuela sabe que el niño se quedaba en buenas manos. Tambíén sabe qu tienes una capa tan grande que extendida, atraviesa el Duero y llega hasta Carrión.

Ana Pedrero dijo...

Imaginamos al niño Tomás echando de menos su Salamanca en la sobriedad de Carrión, porque hoy has sacado su alma al sol y nos lo has traído para que le demos un barquillo mientras espera sus "catorce" pasos. Ojalá el próximo Lunes Santo yo pueda tocar tu capa con la misma ilusión con que lo hacen los niños.

Cvlocolorao dijo...

Tambien mi abuela estuvo en mi primera procesión, contandome que conocia a la "Ramona"...

Me has tocado el alma con tus palabras